LOS simulador de caminar son un subgénero que siempre ha dividido al público y la crítica, entre quienes los experimentan como una forma interesante y atractiva de contar una historia y quienes los acusan de ser simplemente «no juegos». Cierto, la falta de mecánicas de juego reales en simulador de caminar necesariamente debe sopesarse con una historia que sepa involucrar y una ambientación fascinante y bien caracterizada. Desafortunadamente, El Árbol Muerto de Ranchiunacarece de ambos aspectos, resultando un experimento totalmente viciado, a pesar de que tiene cierta autoría en el estilo narrativo.

Asumimos que El Árbol Muerto de Ranchiuna fue desarrollado básicamente por un solo desarrollador, el turco Tonguç Bodur, quien en Vapor ya cuenta con varios títulos del mismo molde, obras creadas con el objetivo de contar historias y sumergir a los jugadores en escenarios atmosféricos. Lejos de nosotros juzgar el trabajo anterior del desarrollador, que no hemos tenido la oportunidad de probar, aún debemos afirmar cómo El Árbol Muerto de Ranchiuna es un producto insuficiente en prácticamente todos los aspectos.

Un pueblo tedioso para ser explorado (por así decirlo)

Como se mencionó, el juego es un simulador de caminar real que, en la línea de títulos como Lo que queda de Edith Finch o Todos se han ido al Rapto, limita al mínimo las interacciones, dejando al jugador explorar un escenario más o menos extenso de forma aparentemente libre. La repercusión inicial con el título no es mala, laMotor irreal hace el trabajo sucio y nos catapulta a un escenario gráficamente apreciable. En esta primera fase ya podemos descubrir las fuertes limitaciones que impregnan la experiencia de juego: al intentar retroceder, de hecho, nos veremos bloqueados por un muro invisible que impide el paso. Nada que ver, pues, con una mezcla de esperanza e indignación, nos embarcamos así en esta experiencia que, tras las abundantes dos horas necesarias para su realización, nos ha dejado casi totalmente indiferentes. El entorno también estaría bastante lleno de lugares potencialmente interesantes: cabañas, torres y otras estructuras, pero no puedes interactuar literalmente con nada. El mundo del juego está vacío. Explorar es aburrido, quizás por eso el desarrollador ha utilizado un botón para activar elauto-caminaral menos nuestros dedos pueden descansar mientras deambulamos por este sombrío mundo de juegos.

El Árbol Muerto de Ranchiuna nos pone en la piel de un recién licenciado que regresa a su pueblo natal tras finalizar sus estudios. Una vez que llega, encuentra las casas desiertas y comienza a tener visiones sobre un evento que sucedió tiempo atrás y que concierne a los habitantes del lugar. Comienza así un viaje con un marcado carácter introspectivo que intenta tocar temas actuales y controvertidos. Todo esto sucede, sin embargo, de manera superficial, con frases seudofilosóficas parcas que terminan apareciendo más como una manifestación banal del pensamiento y el ego del desarrollador. Estas frases son en su mayoría compartibles, también nos hacen reflexionar, pero parecen estar colocadas allí un poco al azar, siguiendo de manera no del todo homogénea la narración de los hechos concernientes a la historia real. En definitiva, la impresión general es la de estar ante un monólogo largo, desconectado ya veces delirante. La narración, por lo demás, se desarrolla a través de diálogos entre los distintos personajes mostrados por haces de luz de colores. Es aquí donde las esperanzas de ser secuestrado por una trama atrapante se derrumban miserablemente, el juego fracasa por completo, proponiendo una historia fundamentalmente banal, exagerada, contada con pereza e involuntariamente cómica en ciertas situaciones.

A diferencia de muchos otros exponentes del género, El Árbol Muerto de Ranchiuna, le permite alternar libremente la vista en primera o tercera persona. Desafortunadamente, sin embargo, este último no es muy recomendable, en primer lugar por el vergonzoso sector de animación con el que se mueve el protagonista y en segundo lugar porque este modo hace que sea más difícil llevar a cabo las estrechas interacciones con el mundo del juego, que requieren una ‘precisión exagerada’. . El título también intenta variar la fórmula a lo largo de su corta duración, proponiendo un puñado de puzles triviales en los que hay que pulsar teclas para abrir puertas. Hemos resuelto estas secciones del juego de forma completamente aleatoria, lo que dice mucho sobre la calidad de estos «puzzles». También hay una especie de secuencia de plataforma evitable en la que caminas sobre vigas suspendidas, una secuencia totalmente anónima en la que no tenemos motivos para detenernos más de lo necesario.

Estos momentos de juego revelan el deseo del desarrollador de proponer algo realmente interactivo y menos motivado, pero que falla estrepitosamente debido a una implementación simplemente inadecuada. La aventura es casi lineal, aunque hay un par de áreas opcionales que te permiten «desbloquear» diálogos adicionales. Además, una vez finalizado el juego, desbloquearás la ganzúa, una herramienta indispensable para abrir un par de candados repartidos por el mundo del juego. Sinceramente, no teníamos las más mínimas ganas de seguir deambulando por el pueblo de Ranchiuna pero en todo caso es necesario señalar esta posibilidad.

Como se anticipó, el sector gráfico es en general apreciable y El Árbol Muerto de Ranchiuna nos sumerge en un par de escenarios de impacto, incluidos lagos, arroyos, prados y cuevas. La implementación técnica, sin embargo, es algo coja, dado que, a pesar de la linealidad de la aventura, es demasiado fácil quedarse atascado en fallas y errores debido a geodatos decididamente poco refinados. El sector sonoro, en cambio, nos dejó con sentimientos encontrados, presentando un par de composiciones sugerentes pero un nivel recitativo de los diálogos bastante pobre. El juego está apreciablemente subtitulado en italiano.

En conclusión …

Uno de los puntos culminantes de El Árbol Muerto de Ranchiuna nos muestra un retrete (sí, has acertado) comparándolo con una pedante alegoría del sentido de la vida. Desafortunadamente, desde nuestro punto de vista, ese inodoro ha representado tristemente la calidad general del simulador de caminar de lengua bodur.

El título del desarrollador trata de darnos algunas lecciones de vida, pero lamentablemente un par de frases impactantes no son suficientes para tener éxito en esta ardua tarea. La historia del juego simplemente está mal escrita, resultando tediosa y vergonzosa y la búsqueda forzada de significados simbólicos, narrada a través de artificios de arte abstracto, no funciona. Agradecemos la autoría del desarrollador y la valentía de querer ofrecernos una experiencia casi cinematográfica a pesar de los escasos medios disponibles pero, lamentablemente, muchas veces una buena idea no es suficiente para hacer un buen producto.